DM Damas – Lunes 24 de Julio de 2017 A LA VISTA DE DIOS

A LA VISTA DE DIOS

 

“Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme bajo la sombra de tus alas” (Sal. 17:8).

Era viernes, y mi ojo Izquierdo seguía enrojecido e irritado. Trabajé esa tarde, pero no me sentía bien. Al recordar que es difícil encontrar oftalmólogos que trabajen los fines de semana, decidí salir del trabajo temprano y buscar atención médica.

Encontré la dirección de una clínica en Internet, pero cuando llamé por teléfono la recepcionista me informó que los médicos ya se habían retirado. Decidí aventurarme a la calle. Primero conduje hasta una clínica… para descubrir que la habían trasladado.

Apesadumbrada, oré a Dios y le dije: “Señor, no puedo pasar el fin de semana con el ojo de esta manera. Por favor, ayúdame a encontrar un médico que pueda examinarme”.

Recordé la dirección de otra clínica y fui hasta allí. La amigable recepcionista me indicó cómo llegar hasta un oftalmólogo, en uno de los edificios cercanos. Se acercaba el atardecer. El sábado comenzaría pronto, y yo todavía no había encontrado un médico.

Vi carteles de médicos en cuatro oficinas diferentes, pero todos habían cerrado por esa semana. Finalmente, encontré una clínica en otro piso.

La recepcionista me dijo que ningún médico podía atenderme. Rogué y rogué, pero fue en vano. Entonces, al entender mi desesperación, me dijo que había un médico en otro edificio, el Dr. Eduardo; quizás él podría atenderme.

Caminé hasta el edificio, busqué la oficina y entré.

El médico me atendió amablemente y examinó mi ojo. Encontró una úlcera en la córnea, y me explicó cuál sería la mejor opción para solucionar el problema. Estaba encantada de haber encontrado ayuda en ese médico.

Allí mismo elevé una oración de gratitud a Dios, por su cuidado. Al volver a casa, estaba reflexionando sobre la situación y recordé el pedido del rey David al Señor: “Guárdame como a la niña de tus ojos” (Sal. 17:8).

¡Qué incómodo y doloroso es que te duelan los ojos! Me pregunté qué siente Dios cuando una de sus hijas está afligida, herida, necesitada de ayuda. El Señor realmente nos cuida como a la niña de sus ojos. Si algo nos lastima, él siente nuestro dolor y se apresura para ayudarnos, aliviarnos y mostrarnos cuánto nos ama.

Janine Schwanz Ramos

Radio Adventista

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