Miercoles 21 de diciembre. Matutina jóvenes – “La mejor protección”

Miercoles 21 de diciembre. Matutina jóvenes – “La mejor protección”   

«Tú, Señor desde mi juventud eres mi esperanza y mi seguridad» (Salmo 71; 5).

Un joven que le tenía miedo a la muerte, fue reclutado durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo protegerse de morir en el campo de batalla? Esa era la pregunta que le atormentaba día y noche. Para evitar que su temor se volviera realidad, el muchacho llevaba en su cuello una imagen de «Buda de oro. En cada mano llevaba tres anillos de la suerte. De la cinta del casco pendían 22 billetes de la buena suerte. Pegado a la pierna izquierda llevaba un encantamiento contra las mordeduras de serpiente y la malaria. Finalmente, en los bolsillos del uniforme llevaba catorce pedazos de seda con palabras mágicas que tenían que protegerlo de las balas enemigas» (Renee Coffee, El viaje increíble, p. 163). El tipo se había blindado. ¿Y crees que todo eso lo protegió? ¡Claro que no! El pobre murió acribillado en medio de una gran balacera. Sus amuletos no pudieron protegerlo.

Este relato evoca en mi mente lo que pasó en los tiempos del profeta Isaías. En aquella época una gran cantidad de personas abandonaron al Creador y adoraron a los dioses fabricados «con sus manos, con sus propios dedos» (Isaías 2: 8). No obstante, cuando el Señor decidió castigar a los idólatras, estos se escondieron en sus refugios y desde adentro lanzaban sus «ídolos de oro y de plata» (versículo 20); pero estos no pudieron protegerlos de la inminente destrucción.

En nuestra época miles y miles de personas no salen de sus casas sin antes tener la anuencia de las «estrellas». Suponen que la astrología les brinda la seguridad que tanto anhelan. Pero sabemos que no hay amuleto en esta tierra que pueda librarnos de los poderes del mal. Lo mejor es acudir a Dios y decirle: «Señor, mi Dios, en ti busco protección; ¡sálvame de todos los que me persiguen! ¡Líbrame, pues son como leones; no sea que me despedacen y no haya quien me salve!» (Salmo 7: 1, 2).

Qué bueno sería que cada uno de nosotros dijera: «Tú, Señor, desde mi juventud eres mi esperanza y mi seguridad» (Salmo 71:5). Si lo hacemos, disfrutaremos para siempre de esta promesa: «El amado del Señor vive tranquilo; el Altísimo lo protegerá siempre. Vivirá bajo su protección!» (Deuteronomio 33:12).

 

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