Sábado 10 de septiembre. Devoción matutina para damas – “Don Dinero”

Sábado 10 de septiembre. Devoción matutina para damas – “Don Dinero”   

«Quien solo vive pensando en dinero, acabará más pobre de lo que se imagina» (Prov. 28: 22, TLA).

“Poderoso caballero es don Dinero”. Francisco de Quevedo

EL DINERO… Jesús habló de él en varias ocasiones, sin duda para que tomáramos conciencia de la dimensión que puede alcanzar en nuestras vidas si, como con las demás cosas, no sometemos el uso que hagamos de él a los principios del evangelio. A mí me viene muy bien recordar sus palabras a este respecto cuando me doy cuenta de que mi deseo de tener más ropa, muebles más caros, un mejor auto o una casa más grande, o simplemente de seguir aumentando mi cuenta de ahorros por el placer de ver que tengo más, está ocupando un espacio en mi mente y en mi tiempo que no debiera dedicarle.

«Nadie puede servir a dos amos —dejó bien claro Jesús—. No se puede servir a Dios y al dinero» (Mat. 6:24, NTV). Este es el mensaje básico, el punto de partida respecto al cual ha de girar nuestra actitud hacia nuestros bienes materiales. La pregunta es: ¿Pondré todo lo que tengo al servicio de Dios o estaré yo al servicio de lo que tengo? La primera opción nos libera para vivir un cristianismo puro; la segunda opción nos esclaviza e imposibilita nuestro crecimiento espiritual. Y, como en todo, está claro que hemos de tomar una decisión.

Jesús procuró que entendiéramos que el dinero, al igual que nuestro cuerpo, nuestro tiempo, nuestros talentos o la propia tierra, no nos pertenece, sino que simplemente se nos concede para que lo administremos de la mejor manera posible para el avance de su causa y para nuestro bienestar espiritual. Jesús no quiere que nuestro corazón sea como los espinos que «no dejan que el mensaje cambie su vida. Solo piensan en las cosas que necesitan, en cómo ganar dinero, y en cómo disfrutar» (Mar. 4: 19, TLA). Su deseo para nosotras, sus hijas, es que seamos un terreno fértil en el que él pueda plantar la buena semilla y hacerla crecer cada día. El amor al dinero, siendo como es un impedimento para su propósito máximo en mí, ha de ser desarraigado de mi corazón.

Uno de los grandes retos de la vida cristiana es tener una actitud equilibrada hacia el dinero. En este, como en otros asuntos cotidianos, he de procurar no irme a ningún extremo que me haga daño a mí o a mis relaciones con los demás. Que Dios me ayude a lograrlo.

 

Radio Adventista

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