Jueves 6 de octubre 2016. Devoción matutina para damas – “Dar”
«Aunque mi propia vida sea sacrificada […], yo me alegro y comparto esa alegría con todos ustedes» (Fil. 2: 17).
“La ley del renunciamiento por amor es la ley de la vida para la tierra y el cielo”. Ellen G. White
CUANDO el pastor y autor adventista Miguel Ángel Núñez era estudiante de Teología, colportaba todos los veranos para poder pagarse sus estudios. En una ocasión en que estaba colportando en Santiago de Chile, llamó a las puertas de una gran casa de un barrio acomodado, y gentilmente una mujer lo invitó a pasar. Era una monja, de unos cincuenta años, y con el semblante más luminoso que él hubiese visto. Aquella mujer, simplemente, irradiaba felicidad.
Paseando por el interior del edificio en compañía de la monja, Miguel Ángel pudo ver a qué se dedicaba aquella mujer feliz: cuidaba de otras monjas, todas ellas ancianas y muchas ya en silla de ruedas. Aquella labor tan abnegada sorprendió al joven estudiante de Teología, pero más le sorprendió lo que escuchó: «Esto no es lo más importante de mi vida. Lo más importante es lo que hago en mi tiempo libre. Todas las horas que no estoy trabajando aquí, las dedico a visitar un poblado marginal de la ciudad para ayudar a jóvenes drogadictos. Esa es mi verdadera labor misionera. Para mí, lo importante no es dar, pues eso puede hacerlo cualquiera; lo importante es darse». No me extraña que el pastor Núñez no haya olvidado nunca esa conversación.
Si yo tuviera que definir el evangelio en una sola palabra, creo que esa palabra también sería «darse». Darse a una misma. Darse en el matrimonio, para llegar a ser realmente una sola carne con nuestro esposo; darse en la familia, para llevar a nuestros hijos al conocimiento de Dios y a la gratificante experiencia de tener relaciones positivas; darse en la iglesia, para que pueda ser un vivo reflejo de lo que Dios pretendía cuando la creó; darse en la empresa donde una trabaja, para ayudar a conducirla a la excelencia; darse a los más necesitados, para que entiendan que es posible vivir con dignidad a pesar de las circunstancias; darse en la amistad, para crear lazos que sean de bendición a todo el mundo.
Vivimos en la cultura de la exaltación del yo, pero Dios nos sigue pidiendo la entrega total de lo que somos en beneficio de todas sus criaturas. En una palabra, lo que nos pide es darnos. Darme. Darte.