Domingo 28 de agosto. Devoción matutina para adultos – Es su elección

Domingo 28 de agosto. Devoción matutina para adultos – Es su elección 

«Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta, porque este es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino delante de ti”». Mateo 11: 9, 10

ANALICEMOS EL CUMPLIDO de Jesús. Cuando declaró que Juan el Bautista era el ser humano más grande jamás salido de la matriz de una madre, elevó a Juan por encima de todos los profetas que precedieron al Bautista. Amós, Miqueas, Jeremías, Isaías, Moisés, Elías: ¡la lista de los renombrados predecesores de Juan es un salón profético de la fama! ¿Por qué reservó Jesús sus superlativos para Juan? Porque era el profeta nombrado en concreto por Dios para ser el gran heraldo del Mesías venidero. Fue suscitado «para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto» (Luc. 1: 17).

El cumplido de Juan por parte de Jesús demuestra dos cosas, ¿no? En primer lugar, no hace falta ser canónico (que los escritos proféticos se incorporen a las Escrituras) para ser profeta. En las Escrituras no hay en la actualidad ningún escrito de Juan el Bautista. Por otra parte, tampoco fue canónico ningún escrito de estos predecesores de Juan: Natán (2 Sam. 7: 2), Elías (2 Crón. 21: 12), Gad (1 Sam. 22: 5), Ahías (1 Rey. 11: 29), Semaías (2 Crón. 12: 5), Iddo (2 Crón. 13: 22), Obed (2 Crón. 15: 8), Eliseo (2 Rey. 6: 12), Débora (Jue. 4: 4), Hulda (2 Rey. 22: 14) y ni tan siquiera Ana, la profetisa de la historia de Navidad (Luc. 2: 36). Y, en segundo lugar, el cumplido de Juan el Bautista por parte de Jesús demuestra que no hace falta ser canónico para que a uno lo consideren un gran profeta.

Y aunque no pueda deducirse del cumplido de Jesús, esa lista de los predecesores proféticos de Juan también revela que no hay que ser hombre para ser profeta. Débora, Ana, Hulda y las hijas de Felipe el evangelista (Hech. 21: 9) fueron todas profetisas de Dios.

Por lo visto, Dios puede elegir a cualquiera a quien desee revelar «su secreto» (Amós 3: 7), especialmente para preparar a su pueblo para los acontecimientos sísmicos de la historia de la salvación: el diluvio (Noé), un nuevo remanente (Abraham), el éxodo (Moisés), el exilio (Jeremías), la primera venida del Mesías (Juan). Basándonos en ese historial divino, ¿no sería lógico concluir que antes de que el Mesías vuelva la segunda vez Dios suscitaría a otro profeta, un profeta como Juan para preparar a un pueblo para el regreso del Señor, un profeta como Juan ni una sola de cuyas palabras se incorporase a las Escrituras? Dado que Dios ha demostrado ampliamente que puede elegir a quienquiera desee para preparar a sus elegidos, ¿no podría elegir que ese profeta fuese una mujer?

 

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