Lunes 5 de septiembre. Devoción matutina damas -¿Qué diría Jesús?
De lo que abunda en el corazon, habla la boca (Mat. 12: 34).
“Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice”. Sigmund Freud
CUANDO ERA SECRETARIA DE IGLESIA, Bonnie recibió la indicación de su pastor de escribirle una carta de agradecimiento de parte de la Junta a la hermana Vastia, por su aportación musical el sábado anterior, Bonnie lo hizo aunque sin ganas, pues la tal Vastia no le caía nada bien; le parecía una persona prepotente, una de esas que lo saben todo y hacen sentir a los demás que ella es mejor que nadie. Tal rechazo sentía hacia aquella mujer, que «cariñosamente» se refería a ella como la señora «Bestia». Sin embargo, una orden era una orden, y Bonnie la cumplió. De lo que no se dio cuenta es de que, en el encabezado de la carta, escribió: «Estimada señora Bestia».* ¡Menudo lapsus! Hay que ver cómo nos traiciona a veces el subconsciente.
¿Qué diría Freud de Bonnie? A veces yo me pregunto qué diría Freud respecto a ciertas meteduras de pata mías que, en el fondo, ponen de manifiesto lo que pienso de otra persona y no me atrevo a decir, Entonces quiero que me trague la tierra porque la vergüenza me abruma, pero pensándolo bien, esos lapsus tienen algo de bueno: me ayudan a entender el peligro de albergar sentimientos o pensamientos negativos sobre alguien. Me hacen ver que la única forma de hablar sin temor a cometer un gazapo de este tipo es no albergar este tipo de gazapos en mi interior. Para que el subconsciente no me domine, debo ponerlo en manos de Dios de modo que esté en regla con sus principios.
Siendo que «no hay nada secreto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse» (Mat. 10:26), más me vale asegurarme de no tener nada contra nadie antes de salir de casa, y pedir a Dios solo amor y respeto para los demás. Entonces, en mis relaciones interpersonales, no correré riesgos de este tipo. Entonces no solo no seré esclava de lo que digo, sino dueña orgullosa de lo que digo y de lo que callo.
La pregunta pertinente es: ¿Qué diría Jesús de lo que pienso en secreto? Porque a fin de cuentas, él no necesita que yo meta la pata para descubrir lo que hay en mi corazón.