Martes 12 de julio 2016. Devoción matutina damas – El divorcio
«Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mat. 11:28, RV95).
“El dolor es el común, denominador del divorcio: todo el mundo sale perdiendo”. Richard T. D’Avanzo
ETAPA DURA donde las haya es el divorcio para toda persona que lamentablemente pasa por tan difícil trance en la vida. Genera gran cantidad de dudas y preguntas de hondo calado: ¿Cómo ha podido pasarme esto a mí, que me había casado para toda la vida? ¿Pude haber evitado que se terminaran el amor, la atracción y la admiración que una vez sentimos? ¿Cómo afectará a mis hijos esta decisión? ¿Podremos evitar que sufran graves secuelas por algo de lo que no son culpables? ¿Volveré a casarme o me quedaré sin pareja para siempre? ¿Cómo sobreviviré a este fracaso? ¿Pasará alguna vez este dolor tan grande que siento, esta desesperanza? ¿Volveré a ser feliz?
Es difícil aconsejar a una persona que está sufriendo tanto. Difícil también es para ella encontrar consuelo, apoyo y alivio en otra persona. Allá, en lo hondo, donde duele tanto, solo Dios puede llegar, entender, consolar y, con el tiempo sanar. Por eso, mi querida amiga, si estás atravesando hoy por ese profundo bache llamado divorcio, he aquí, especialmente para ti, estas palabras inspiradas, con mi deseo de que sean una pequeña luz en tu gran oscuridad personal.
«El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la esperanza (Sal. 34:18). «Él sana a los que tienen roto el corazón, y les venda las heridas» (Sal. 147: 3).
«No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa» (Isa.41:10). «Deja tus preocupaciones al Señor, y él te mantendrá firme» (Sal, 55: 22).
«Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; nuestra ayuda en momentos de angustia. Por eso no tendremos miedo, aunque se deshaga la tierra, aunque se hundan los montes en el fondo del mar, aunque ruja el mar y se agiten sus olas, aunque tiemblen los montes a causa de su furia» (Sal. 46: 1-3).
«Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu bastón me inspiran confianza» (Sal. 23:4).
No dejes de creer en el milagro de la recuperación, la tuya y la de los que más quieres. Aférrate para ello de la mano del Señor, que te dice, hoy como ayer: «Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Cor. 12:9, RV95).