Sábado 17 de septiembre. Devoción matutina damas – Decir adiós
«Allí en la playa nos arrodillamos y oramos. Luego nos despedimos» (Hech. 21:5-6)
“Se tarda solo un minuto en decir hola y toda una vida en decir adiós”. Anónimo
«ALLÍ EN LA PLAYA nos arrodillamos y oramos. Luego nos despedimos» (Hech. 21:5-6), cuenta el apóstol Pablo. Y con esta frase tan sencilla nos muestra la realidad de que existe una maravillosa forma cristiana de decir adiós: de rodillas y en oración; como previendo la dificultad de estar separados y solicitando la ayuda de Dios, todos juntos, para superar el vacío de la ausencia. La ausencia, con Cristo en el centro, no desespera.
Pocos dolores en la vida son tan intensos como dejar partir a los nuestros. Un hijo que se va a la universidad o a trabajar a otro país; una amiga querida o una hermana que se casa con un hombre de un lugar lejano, o que ha decidido cambiar de empleo, conocer otras tierras, o irse de misionera… Para quien se queda en la misma rutina de siempre, la sensación de soledad y vacío puede ser realmente fuerte. La única forma de que esta prueba resulte llevadera es haciendo de Jesús el centro de la despedida. Reconociendo así que fue él quien nos unió, y por tanto siempre seguiremos unidos; y dándole gracias porque seguirá dirigiendo nuestras vidas, ahora a la distancia. En Cristo, la distancia se vuelve relativa.
En cierta medida, ser cristiana implica no decir nunca adiós, pues los lazos que nos unen en Cristo no se rompen por una separación geográfica. En nuestras oraciones de rodillas seguimos siendo una influencia poderosa en la vida de los que se han marchado. De hecho, cerca o lejos, la oración es siempre el mejor punto de encuentro, porque la presencia del Padre en ambos lados se convierte para nosotros en un lugar común.
Me pregunto si existe algún aspecto de la vida en el que ser cristiana no sea una gran ventaja. Incluso en experiencias como esta tan difícil de la distancia, marca la diferencia. Por eso, si debes tomar la difícil decisión de irte lejos; si un hijo pronto dejará el hogar; si tu amiga del alma se muda a otro lugar, arrodíllate con ellos y oren para que Dios les haga ver que el tiempo y el lugar no son la esencia de la relación, sino meras circunstancias.
Los que estamos en Cristo, siempre estaremos cerca los unos de los otros. Ese consuelo hace mucho más llevadera la distancia.