Lunes 10 de octubre. Devoción matutina adultos – “El campeón”

Lunes 10 de octubre. Devoción matutina adultos – “El campeón”

«Yendo por el camino, uno le dijo: “Señor, te seguiré adondequiera que vayas”. Jesús le dijo: “Las zorras tienen guaridas y las aves de los cielos nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza”». Lucas 9: 57, 58

TODO EL MUNDO QUIERE a un campeón. Durante años, el vecino más famoso de nuestro pueblecito de Berrien Springs fue un hombre al que el mundo coronó como «El Campeón» una y otra vez. En los años que siguieron a su jubilación, Muhammad Ali (Clasius Clay) vivió con su pequeña familia al final de una de nuestras calles. Una vez visité su cuadrilátero de entrenamiento, que puso en un viejo granero reacondicionado. El techo estaba empapelado de portadas de revistas del mundo entero que celebraban las proezas atléticas de este hombre. Aquejado ahora de la enfermedad de Parkinson, Ali aún tiene una mirada pícara y es afectuoso con la gente.

Pero el auténtico Campeón aparece con una lectura atenta de los Evangelios. Lucas, en particular, presenta intencionalmente a Jesús como el gran Campeón de los pobres. En una ocasión seguí en el Evangelio de Lucas la pista de las indicaciones de la solidaridad de Jesús con los pobres y los necesitados. Es pasmoso. Hazlo: también tú encontrarás que la prueba de su defensa de ellos es inconfundible.

Viv Grigg, de quien hablamos ayer, ha escrito un libro en el que hace una crónica de su vida y su misión en ese barrio bajo de Manila. En Companion to the Poor [Compañero de los pobres] realizó esta provocadora observación: «¿Dónde puede ser hallado y conocido Jesús hoy? Para encontrarlo, debemos ir adonde está. ¿No dijo él: «Donde yo esté, allí también estará mi siervo» [Juan 12: 26, NVI]? Tal búsqueda invariablemente nos lleva al corazón de la pobreza. Porque Jesús siempre acude al punto de más honda necesidad. Estará vendando heridas donde haya sufrimiento. Su compasión lo impulsa eternamente hacia la necesidad humana. Está donde hay injusticia. Su justicia lo demanda. No da vueltas a lo accesorio de lo que de verdad importa. Está comprometido, batallando siempre contra los más acérrimos de los poderes de las tinieblas y de las fuerzas del mal. Aquella noche, […] mi corazón halló descanso. No podía dar marcha atrás en el llamamiento de Dios. Debía predicar el evangelio a los pobres» (p. 22).

¿Difiere en algo esa misión para ti y para mí? ¿No significa el propio señorío de Jesús que la iglesia que defiende la «verdad presente» de Dios a una última generación también debe defender la presencia sanadora de Cristo entre los pobres, los privados de derechos, los marginados, los que sufren en las zonas marginales cerca y lejos? ¿Cómo podemos los elegidos llegar a elegir centrarnos solo en la proclamación, cuando los pobres están tan cerca de nosotros y son tan queridos para Dios?

 

Radio Adventista

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