Domingo 7 de agosto 2016 – Audiencia con el Eterno – 1. Matinal adultos

Domingo 7 de agosto 2016. Audiencia con el Eterno – 1. Matinal adultos

«Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová, nuestro hacedor, porque él es nuestro Dios; nosotros, el pueblo de su prado y ovejas de su mano. Si oís hoy su voz».Salmo 95: 6, 7

La próxima vez que yo esté en Londres me encantaría tener una audiencia con la reina Isabel II. «Audiencias» son lo que se tiene con personajes públicos, una conversación y un momento privados con alguien muy famoso. Pero el problema de una «audiencia» es que no te puedes invitar tú mismo a tener una con la reina simplemente apareciendo en el Palacio de Buckingham ni llamando a la puerta del Castillo de Windsor diciendo: «Me apeteció pasarme a tomar una taza de té con Su Majestad. ¿Está disponible?». No funciona así. Ella hace la invitación.

«La Biblia es la voz de Dios hablándonos tan ciertamente como si pudiéramos oírlo con nuestros oídos. […] Si nos diésemos cuenta de la importancia de esta Palabra, ¡con qué respeto la abriríamos, y con qué fervor escudriñaríamos sus preceptos! La lectura y la contemplación de las Escrituras serían consideradas como una audiencia con el Altísimo» (En los lugares celestiales, p. 134; la cursiva es nuestra). ¡Qué imponente pensamiento! Cuando abrimos el Libro que Jesús nos enseñó a memorizar, ¡se nos concede una audiencia personal con el Ser más poderoso, famoso e influyente del universo!

No es de extrañar que hayamos de «abrir la Palabra de Dios con reverencia y con un sincero deseo de conocer la voluntad de Dios con respecto a nosotros. Entonces ángeles celestiales [las inteligencias creadas más elevadas del universo] orientarán nuestra búsqueda. Dios nos habla en su Palabra. Estamos en la cámara de audiencias del Altísimo, en la presencia misma de Dios, y Cristo entra en nuestro corazón» (Mi vida hoy, p. 283; la cursiva es nuestra). Olvídate de la reina de Inglaterra, del primer ministro de Canadá y del presidente de los Estados Unidos. La cámara de audiencias a la que se nos puede hacer pasar cada día pertenece al propio Todopoderoso.

Si recordáramos esa realidad, tengo la sensación de que leeríamos el Libro mucho más de lo que lo hacemos, ¿no crees? Y seguramente lo leeríamos con tanta más atención y más oración. Cuando estaba en la universidad escribí una carta al entonces presidente Richard Nixon. No puedo recordar lo que escribí, pero ¡todo el internado se enteró de que yo había recibido su respuesta en un sobre con membrete de la Casa Blanca! ¿Cómo ibas a poder mantener en secreto una audiencia con el Eterno? ¿Por qué querrías tan siquiera hacer algo así? Las divinas bendiciones que manan de una audiencia diaria con Dios en su Palabra son imposibles de ocultar. No puedes evitar experimentar un cambio —de forma fenomenal—, según destacaremos mañana.

 

Radio Adventista

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